Educar para la libertad

En las unidades penales de Batán funciona una escuela en la que los detenidos puedan desarrollar sus estudios secundarios, a la vez que cumplen su condena. El personal docente batalla contra los prejuicios de la sociedad, las posibilidades de los internos y las trabas del sistema penitenciario. Su desafío: garantizar un derecho.

Por Romina Elvira

Hay personas que viven en libertad y dedican su vida a ofrecer una experiencia educativa a personas que cumplen una condena en el encierro.

Hay, también, un Estado que destina más energía y presupuesto a encerrar a las personas que delinquen que a generar las condiciones para que, luego de cumplida su condena, esas personas no vuelvan a cometer otro delito.

Hay, por último, una buena porción de la sociedad que cree que no alcanza con la privación de la libertad; que los detenidos, además, no deberían tener ningún derecho garantizado. Quizás sea porque no se termina de advertir la obviedad: casi la totalidad de quienes hoy cumplen una condena, en algún momento van a salir en libertad. La pregunta es: ¿de quién depende que la cárcel sea una escuela que prepare para la reincidencia o una escuela que prepare para la vida en libertad?

Marina Martín es una de las docentes que más años ha dedicado a educar en el encierro. Trabajó de 1990 a 2015 en la Escuela de Enseñanza Media N°14 que funciona en el interior de la Unidad Penal 15 de Batán.

El espacio educativo funciona como una suerte de embajada, dentro de la cual las leyes cambian por completo. Un pequeño lugar de libertad en donde la lógica general del sistema penitenciario no puede pasar la línea de la puerta.

Detrás de esa línea los detenidos recuperan la palabra y logran modificar sustancialmente la manera en que se autoperciben. Dentro de ese lugar no son sólo delincuentes, también son sujetos de derecho (algunos por primera vez en su vida). Detrás de esa línea tienen garantizado su derecho a aprender y, en no pocos casos, la posibilidad de comenzar a decidir cambiar su historia personal.

A pesar de que se sabe que en diversas experiencias carcelarias la educación ha bajado sustancialmente el porcentaje de reincidencia, es sintomático que el sistema penitenciario de las unidades penales de Batán no cuente con ningún estudio que ofrezca datos al respecto.

Marina nos invitó a conocer durante una jornada las escuelas de las UP de Batán. Terminado el recorrido, dijo dos cosas. Y no hizo falta que diga más.

1- “Este es el lugar en donde más pude ver que la educación transforma”.

2- “Toda la cárcel debería ser una gran escuela”.

Nos dejó pensando.

Marina reflexiona desde atrás de la línea.

Y tal vez tenga razón.

Toda la cárcel debería ser una gran escuela.

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Tal vez no debería haber una línea.

 

 

 

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