El día que enterramos al Alca
En noviembre de 2005, Mar del Plata fue sede de la IV Cumbre de las Américas. El encuentro fue histórico porque truncó el proyecto norteamericano de imponer el ALCA. Modesto Guerrero fue uno de los periodistas acreditados y ofrece una lectura en la que destaca la diplomacia de los Estados, pero sostiene que la clave fueron las movilizaciones populares de todo el continente.
Fotos: Marcelo Nuñez, Fabián Gastiarena y Julián Rodríguez
Haber llegado a Mar del Plata con casi 48 horas de anticipación, nos permitió despejar la duda sobre la magnitud de lo que iba a reunir la IV Cumbre de las Américas.
El día que dieron comienzo a las deliberaciones, el hotel balneario donde se alojaban los 34 jefes de Estado, presidentes y sus delegaciones, era lo más similar a un campo de batalla plagado de conspiraciones palaciegas y movimientos sigilosos y apresurados, entre los enviados de los presidentes Bush y Fox, por un lado, y los de Hugo Chávez y Néstor Kirchner, por el otro.
A quienes cubríamos tamaño evento histórico y tuvimos, sorteando los cordones de seguridad alrededor del edificio, la posibilidad de presenciar aquella curiosa escena de diplomacia conspirativa, nos permitió comprender el dato principal de la Cumbre. Estábamos ante una disputa hemisférica entre los representantes del imperialismo dominante en la región, EEUU, Canadá, y quienes estaban entonces al frente de Estados débiles y semicoloniales, pero con gobiernos independientes del Departamento de Estado, dispuestos hacer lo posible para frenar la aprobación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en aquella cónclave.
Del caracazo a Mar del Plata
Esa pulseada tenía una trascendencia histórica debido a lo que contenía en su agenda y por los resultados geopolíticos que produciría desde el año 2005, sobre todo en la subregión Sur del continente y en el Caribe insular.
Sin embargo, nadie estaba seguro de esta novedad. Veníamos de años acumulación de resistencias varias, desde la rebelión del Caracazo en 1989, continuada por algunos alzamientos indígenas en las sierras ecuatorianas, luego la insurrección armada de los zapatistas (la única en su tipo armado entre todos los actos de resistencia que vivimos). Estos tres hechos fueron acompañados de una suma de acciones sociales de lucha de múltiples tipos, desde las más tradicionales como las sindicales hasta los más violentos como los enfrentamientos físicos en México, Ecuador y Venezuela. Así lo registró la investigadora venezolana Margarita López Maya, de CLACSO en el libro Protesta Social 1995-2005, sobre las muestras de una decena de países latinoamericanos. Ella señala que de las 12.500 luchas y acciones registradas en ese período, más del 40% se registró en la Venezuela posterior al Caracazo, el resto se repartió entre Argentina, Colombia, Ecuador, Bolivia y México. La decena de tomos del Observatorio Social de América Latina, editados entre 2002 y 2006, hace el inventario de aquellos acontecimientos decisivos, sin los cuales no era posible acumular tanta fuerza, manifestada en Mar del Plata en 2005.
Entonces, el carácter histórico del resultado de la IV Cumbre de las Américas constituye un resultado político-diplomático a escala regional y con efectos sobre la geopolítica del poder hemisférico, elaborado pacientemente en las calles durante casi una década de luchas y acciones que fueron de menor a mayor.
Pero no olvidemos que esa resistencia tuvo que hacer enormes esfuerzos para contrarrestar y superar la anterior etapa de derrotas, retrocesos y desmoralizaciones en las militancias organizadas, activistas independientes, intelectuales y sindicatos. Aunque fue más visible en la década de los años 80, tuvo continuidad en la de los 90, por ejemplo en la Argentina de Carlos Menem, donde casi todas las luchas sindicales fueron derrotadas o frenadas para imponer el neoliberalismo, eso que luego fue mostrado en la Bolsa de New York, como el modelo triunfante del libre mercado y el ingreso del continente a la globalización, y de Argentina en particular al primer mundo.
En aquellas condiciones era difícil pararse ante lo que observábamos en Mar del Plata y definirlo con corrección aproximativa.
Combustión bolivariana
Todo fue quedando más claro desde el mismo acto multitudinario en el Estadio Mundialista. Dos señales fueron indicando esa realidad emergente. La primera señal fue la masividad de la convocatoria en la ciudad, venida de 12 países, dos de ellos europeos. Un cálculo aproximado de la gente arrimada al acto central con Hugo Chávez es de 30.000 personas, sumando los que ingresaron y los que se quedaron en los alrededor escuchando por los altavoces. Esa cantidad de gente militando contra el ALCA, como una consigna común, no era solo una sumatoria aritmética, en realidad estábamos en presencia de una expresión social del movimiento latinoamericano puesto en marcha por un centenar de organizaciones militantes del continente representadas en Mar del Plata. La muestra más activa y más consciente de ese activismo organizado se reunió en las asambleas, reuniones y debates realizados en los salones deportivos del Estadio, con la participación de alrededor de 8.000 personas, casi todos jóvenes, debatiendo ideas, conceptos, propuestas y forma organizativas para darle continuidad. (Minutas, Encuentro de los Pueblos, Noviembre 2005).
La segunda señal la aportó el ex comandante Chávez, cuando proclamó que estábamos presentes en aquel acto, no para presenciar un acto solamente ni para escuchar discursos nada más, que en realidad, cada uno tenía una pala en la mano para enterrar el ALCA y acto seguido lanzó la proclama “Alca, Alca, alcarajo”, y el Mundialista explotó. Aquella explosión desatada por la combustión bolivariana de la consigna de Chávez, sintetizó en una sola expresión, la victoria de una batalla continental, acumulada desde hacía una larga década, y al mismo tiempo, contuvo un programa, una perspectiva política y el nacimiento de un liderazgo que traspasaba las estrechas fronteras nacionales y convirtió a Hugo Chávez en la figura política central de un continente, frente a un imperio que habíamos hecho retroceder en su principal proyecto de dominación imperialista.
Junto con Chávez también quedó consagrada la imagen y el nombre del expresidente Néstor Kirchner, en la medida que fue una pieza indispensable en el forcejeo diplomático de la Cumbre, para no dejarse “patotear”, como advirtió el propio Kirchner, ante las narices de Bush y Fox y la mirada sorprendida del resto de los presidentes.
En esa medida, ambos ex mandatarios se complementaron para sellar una batalla que había comenzado años atrás de múltiples formas, con las actividades más variadas y desde las militancias más disímiles de Latinoamérica.
Una gesta popular y diplomática
Para quienes militábamos en las calles latinoamericanas desde 1991 contra ese proyecto, aquel 5 de noviembre de 2005 era otra cosa. No estaba previsto su resultado. Mar del Plata no fue preparada como una contra Cumbre, pero terminó siéndolo a fuerza de militancia, capacidad organizativa y movilización de decenas de movimientos y por efecto directo del resultado adverso a EEUU desde el primer día de la IV Cumbre.
Aunque no éramos conscientes del fenómeno del que participábamos, no teníamos duda de la fuerza reunida y de nuestra capacidad de accionar en las calles. Fuimos a Mar del Plata a seguir combatiendo contra Bush y el ALCA y terminamos participando de una gesta que modificó la dinámica geopolítica de América latina.
Esa gesta se definía por un resultado sustantivo. El ALCA fue derrotado como proyecto, en esa medida era una victoria popular porque reflejaba los más hondos intereses de los pueblos trabajadores y pobres, pero también de nuestros Estados-nación, sometidos al control imperial desde el Departamento de Estado. Al mismo tiempo, también fue un descalabro para el neoliberalismo como modo de acumulación y política económica de reordenamiento yanqui en la región. Ese fue el valor histórico de lo alcanzado en Mar del Plata.
La victoria que puede ser derrota
A eso lo llamamos victoria, y como toda victoria contra algo tan poderoso como el sistema mundial imperialista, es relativa y parcial. Para consolidarse debe ser continuada y completada para que no se debilite, retroceda y se convierta en su opuesto. La tendencia al retroceso, reflejada en las derrotas electorales de los gobiernos progresistas, de izquierda y centro izquierda en la región, es la prueba categórica de que algo quedó a medio camino o menos, que un proceso progresivo anti imperialista desatado en 2005 en la IV Cumbre de Mar del Plata, no fue completado por acciones de Estado.
Esas acciones de Estado requerían de políticas públicas estratégicas para construir una estructura económica de producción e intercambio por lo menos subregional en América del Sur donde era más probable. Ese modelo de integración exigía cambiar el criterio tradicional cepalista, de integración capitalista, basado en la tasa de ganancia comercial y la maldita competencia de capitales por el control de mercados. Eso es el Mercosur, el Caricom, la Comunidad Andina, la Unión Europea, el NAFTA, o los actuales proyectos en marcha para unificar mercados transoceánicos.
Aquella victoria parcial de Mar del Plata tiende a convertirse en derrota y a los 10 años es útil reflexionar sobre sus orígenes, resultados y perspectivas.
Ablandamiento imperial
Alrededor de Bush y Fox, y de Chávez-Kirchner, los actores principales en la escena de la Cumbre, circulaban jefes de gobierno y presidentes de los otros treinta Estados convocados a la cita de Mar del Plata. Todos vestidos de negro diplomático buscaban entre ambos bandos la manera de ubicarse en un cuadro de fuerzas que no comprendían demasiado.
Luego se supo, en mi caso por la Cancillería venezolana, que el gobierno de George W. Bush había enviado delegaciones a casi todos los países de la región para hacer el trabajo de ablandamiento que le permitiera cumplir el objetivo de hacer votar el documento aprobatorio y poner a funcionar de una vez el ALCA. Ya funcionaban dos oficinas centralizadoras para ese propósito, una en Miami, otra en Panamá, donde se procesaban la documentación analítica en centenares de carpetas clasificadas por rubros y temas. También se sabía que en Washington actuaba una suerte de petit comité, con la participación delegada de alto nivel ejecutivo de gobiernos muy allegados al poder norteamericano, como los de México, Chile, Colombia.
También eran consultadas las cancillerías de Brasil, Argentina y Uruguay, donde buena parte de sus funcionarios principales de carrera, estaban convencidos de las bondades del ALCA, como se atrevió a confirmar públicamente el ex presidente derechista de Paraguay, Nicolás Duarte Frutos, asociado a Carlos Menem y los negocios con Brasil, en el video producido por el programa “Economía sin Corbata”, del Canal 7, emitido el 5 de noviembre de 2015.
El origen
Oficialmente era la IV Cumbre de las Américas, la entidad inter-estatal armada entre Washington y sus semicolonias latinoamericanas para adelantar las negociaciones del ALCA, Area de Libre Comercio.
El ALCA nació en 1991 como «Iniciativa de las Américas», una idea propuesta por los tres Carlos de aquellos años neoliberales: Carlos Andrés Pérez, Carlos Menem y Carlos Salina de Gortari, presidentes entonces de Venezuela, Argentina y México. Luego se agregaron otros y convergió con las ideas generales del documento maestro del neoliberalismo en el Departamento de Estado: El Consenso de Washington (1989).
El objetivo general del ALCA era recolonizar todo, absolutamente todo el continente y eso tenía dos escalas, en términos materiales e inmateriales, o sea las fuentes de conocimiento y la información de los Estados.
También dos subcontinentes repletos de biodiversidad: la Antártida y la Amazonía-Orinoquia. Sin ellas, no habrá materias vitales para la dominación futura del sistema imperialista, si es que sobrevive a su propia destrucción en marcha (con nosotros adentro), como advierte Ítzvan Mészáros en sus sesudos libros.
Alternativas de integración
Es un grave error, o peor, una estafa política consciente, afirmar que la Unasur es (o fue) la contraposición al ALCA o cosa parecida. Apenas fue uno de sus resultados geopolíticos. Unasur no nació con ese objetivo. Fue fundada tres años después en 2008 y tiene demasiados límites constitutivos para serlo, hoy como ayer.
No le quita sus méritos en algunos casos (Bolivia 2008, Honduras 2009, Ecuador, 2009), pero basta recordar que la Unasur no pudo y no quiso, impedirle al gobierno más pro yanqui del continente, el de Colombia, sembrar con 7 bases militares su territorio, en el corazón de América latina, donde están la Amazonía y la Orinoquia, nada más y nada menos. Y que ha sido, hasta noviembre de 2015, siete años después de su fundación, la de hacer andar el Banco del Sur, entre otras falencias estratégicas.
La contraposición al ALCA nació un año antes de su derrota, en el año 2004. Fue el ALBA, la Alianza Bolivariana de las Américas. Lamentablemente, su poco peso geoeconómico, los celos nacionales por el nombre cuya presencia estaba asociada a la “revolución bolivariana”, y el error táctico de Hugo Chávez al mantenerlo sabiendo que en otros países se adoran héroes tutelares con distinto nombre, alejaron a varios gobiernos de ese organismo. Pero los hechos son los hechos. El ALBA fue el único proyecto anti ALCA.
El significado histórico del entierro
Hoy se recuerda al ALCA de una forma tan oficial, tan estatalmente oficial, que tiende a borrar la gesta histórico-social que permitió su derrota. Aunque hay una relación necesaria entre ambas fuerzas, la social y la oficial, nadie que sea honesto en la vida política puede negar que nada, absolutamente nada, se hubiera hecho sin la marejada de movilizaciones, congresos, reuniones, escritos, charlas, actos, conferencias, acciones directas, contadas por decenas de miles entre Canadá y Argentina, pasando por casi todos los países del continente.
Por primera vez en la historia social hemisférica, algunos poderosos sindicatos de Canadá y EE.UU, miembros de la ALF-CIO, realizaron acciones comunes con algunos sindicatos latinoamericanos. En el caso argentino con la CTA y algunos gremios sueltos de la CGT. Centenares de los mejores académicos e intelectuales de izquierda reaccionaron en sus escritorios y aportaron sus luces en la campaña.
Una movilización regional de esas magnitudes no se conocía desde las acciones solidarias con Cuba o contra la Guerra de Vietnam, a mediados de la década de 1960, con una diferencia: esta juntó mucha más gente, de orígenes, conformaciones y creencias más diversas (incluso religiosas). En realidad, la gesta anti ALCA se nutrió de los movimientos anti globalización nacidos años antes en Seatle. Esa unidad hemisférica y europea fue fundamental en los hechos. Luego tuvo expresiones políticas como la Cumbre de los Pueblos y otros espacios creativos.
Sin esas acciones sociales masivas, la derrota del ALCA hubiera sido imposible. La acción de los gobiernos llegó a pocos tramos del final y por supuesto fue necesaria: Bush no se iba a sentar con los movimientos para negociar en la IV Cumbre. Los gobiernos cumplieron un rol decisivo en ese punto de la acción. Ese fue su mérito. El presidente más activo desde 1999, fue Hugo Chávez, secundado por Cuba que entonces estaba muy aislado y sin dinero. Los gobiernos de Kirchner y Lula debieron arreglar primero sus cuentas internas con empresas multis como Techint, Pérez Companc y Odebrecht, y con las Cámaras empresarias. En ambos países había corrientes económicas, políticas, académicas y mediáticas favorables al ALCA.
Con Chávez no había problema. Aunque su gobierno de entonces era de unidad con la burguesía (hasta el golpe de 2002), él, en persona, adversaba al ALCA y se reunía con los activistas de los movimientos anti globalización de Europa. Esa conducta “inadecuada” le valió el cuestionamiento de sus ministros de Interior y de Finanzas en el Gabinete, por ejemplo, por haber cruzado la calle en Toronto para conversar con los manifestantes y luego hablar en el salón de la Cumbre en nombre de ellos.
La conspiración de Néstor Kirchner y Chávez en Mar del Plata, secundada a cautelosa distancia por Lula y Tabaré (recién electo), fue vital para sellar el camino andado. Pero no fue la causa. Sin duda, para el gobierno de Estados Unidos, el peso geopolítico de Brasil-Lula, fue una señal de que no podría avanzar más en Mar del Plata. Pero hasta meses antes Lula apostó al ALCA. Fue la unidad táctico-conspirativa entre Kirchner y Chávez contra Bush y Fox, la clave para definir el final de la IV Cumbre en Mar del Plata.
El resto vino casi solo. La sensación de victoria que tuvimos a media tarde del día 5 en las calles y en los centros de prensa, y su confirmación en el Estadio Mundialista cuando a Chávez le brotó del alma la proclama «¡Alca, Alca, alcarajo!», una combinación sustantiva cuya fuerza adjetiva final se transformó en emblema histórico de la gesta más grande de fuerzas militantes y oprimidos del continente en el último siglo.
* Escritor y Periodista. Autor de 12 libros sobre problemas latinoamercanos, periodismo y chavismo y de una de las biografías de Hugo Chávez. Obtuvo un reconocimiento por la cobertura de las jornadas sociales durante IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Premio Nacional de Literatura (Venezuela) 2012 por el libro Reportaje con la Muerte.