Malas noticias: está envejeciendo

Aguafuertes marplatenses de un renegado periodista nacido en el Interzonal. Ojo de halcón que ve en simultáneo el plano general y el plano en detalle (que es lo mismo que decir: Jorge, el que no puede dejar de encontrar el pelo en la sopa).

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Foto: Juan Pablo Buceta – Ilustración: Luciano Cotarelo

 

Lamento mucho ser quien le informe que, si ya cumplió usted los 21 años, aunque se crea en la flor misma de la edad, no llegará hasta más arriba a nivel orgánico. Puede terminar una carrera, ganar el Nobel por inventar la cama que se hace sola, formar una familia numerosa, ser el comandante de la revolución intergaláctica, pero su organismo ha dejado de crecer. Ya no pegará otro estirón, tampoco crecerán tetas ni barba allí donde no estaban. Deberá ocuparse de mantener las turgencias y la tonicidad muscular teniendo a su cuerpo como contrincante. Es un proceso gradual, no es algo que se manifieste de un día para el otro ni es que le llegará una carta avisando. Un día, alguna de las señales de la decadencia ocurrirá. Y dirá por ejemplo “qué divertido, tengo que usar lentes”.

Dicen los exterminadores que cuando una cucaracha cruza el piso de la cocina es porque en los rincones de la casa hay legiones apiñándose. Del mismo modo, mientras a usted se le nubla la vista al leer las instrucciones de un flan de vainilla, queriendo tener un brazo de dos metros para hacer foco, y le resulta algo cuasi divertido, una cucaracha solitaria, fácil de aplastar con un pisotón, un ramillete de alteraciones lo esperan, desde el pelo hasta los pies.

Nuestro problema es el oxígeno, el oxígeno es nuestro enemigo, nos invade, nos oxida como a esa media manzana que reservamos para después.

Le pasa a las ciudades.

Margot (ponele) es una vieja ciudad a la vera del océano. Empezó como un lugar para echar sal sobre carne de vaca, luego pusieron mansiones, después hicieron dormitorios para la servidumbre (en los cuales choferes y mucamas copularon y tuvieron hijos), más tarde se hizo lugar de veraneo para la gente más o menos, después vinieron cabecitas negras, y después un poco de todo, puerto, casino, Olmedo, Isidoro. Los buenos petiburgueses de los barrios se armaban cómodas chozas veraniegas para alquilar a los turistas sus casas oficiales en temporadas de tres meses.

Margot era la chica más deseada, la más nombrada y anhelada, era la excitación misma y el libertinaje.

Pero será por el mucho oxígeno que trae el viento por sobre el mar (que también trae yodo y afecta las tiroides, que es la hormona del crecimiento), Margot empezó a mostrar unos pequeños surcos sobre los labios y tuvo que empezar a usar pushup para sostener sus balcones. Se dio a la bebida cuando descubrió que, si bien la siguen evocando en los sueños húmedos, muchos ojos empezaron a posarse en sus hermanas de carnes más firmes. Margot pasó a ser la Milf accesible y experimentada, mientras las otras ofrecían nuevas virtudes; así apareció la hippie, la concheta, la callada, la rústica, la de gustos caros.

A Margot le crecen huecas y lavables torres de departamentos, como pelos en la espalda. No deja de visitarla su entrañable amiga Mirta, una vieja millonaria que se ufana de vetustas joyas con piedras incrustadas y dice verla tan bonita como siempre. Ella no se siente tan bonita y entonces ha dicho que lo suyo es más que un amor de verano, que doce meses tiene el año y que hay que gozar de la plenitud de la edad. Pero se ha vuelto conservadora y descuida buena parte de su salud y anatomía. Para peor, el anciano con que se acuesta la está viviendo y se le queda con  todos los bienes importantes. Ella lo sabe, pero prefiere ese abuso a quedarse sola; aunque su poderoso compañero parezca ya un poco senil y tenga un pésimo gusto para decorar la casa, al menos conserva la iniciativa.

Tanto para personas como para ciudades, es importante mantenerse en forma, cuidar lo que se come y, fundamentalmente, mantener una buena actividad intelectual. Si bien hay un deterioro natural e inexorable, poseer proyectos de vida permite vivir la misma con dignidad. Caso contrario, todo se vuelve una contemplación nostálgica de lo que se fue, y deviene una cierta abulia de la que habrán de surgir, al final, graduales pérdidas de soberanía.

Feliz otoño.

Carpe Diem.

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