Génesis de un luthier
Conocemos la historia de actores, pintores, músicos. ¿Pero qué de los que con sus manos hacen las herramientas para que ese arte se exprese? A eso se dedica desde hace 15 años Alexis Parducci, quien construye guitarras desde un taller en el subsuelo de su casa para músicos de todo el mundo.
Fotos: Federica Gonzalez – Romina Elvira
Cuando estaba en tercer año de la secundaria acompañó a su papá a arreglar una guitarra. Entró al taller del luthier marplatense Rubén Arnedo sin saber que seis meses después se convertiría en su aprendiz. Mucho menos sabía que en ese momento se había encontrado con una pasión: la construcción de guitarras clásicas. Durante tres años, Alexis Parducci aprendió el oficio con Arnedo hasta que terminó la escuela y, bajo el rótulo de año sabático, se fue a Tenerife (España) en donde se dedicó a montar toldos.
-Volví unos meses con la intención de estudiar. Todavía estaba muy confundido sobre qué significaba hacer una carrera. Además te lo plantean en esos términos, “una carrera”, y en verdad lo que menos hace uno a esa edad -o debería hacer a esa edad- es correr.
Se anotó en la UBA para estudiar odontología. Dos semanas después, dejó el CBC, desocupó el departamento que le habían alquilado en Buenos Aires y volvió a España. Esta vez fue a Málaga. Una de las provincias de la comunidad autónoma de Andalucía.
-Es donde están los mejores constructores de guitarras del mundo. No fue una casualidad yo sabía que ahí estaba el epicentro de la guitarrería.
Durante la primera década del nuevo siglo se quedó en esa ciudad de 3000 años en donde estudió restauración y construcción de instrumentos en un taller de artes y oficios subvencionado por fondos europeos.
-Pagaban una mensualidad de 380 euros que no me alcanzaban para nada y el horario era de ocho de la mañana a tres de la tarde; de cuatro de la tarde a una de la mañana trabajaba de camarero, todos los días. Fue una etapa de mucho laburo, de mucho esfuerzo. Dí justo, porque después esa escuela cerró.
Regresó a Mar del Plata y actualmente trabaja en un taller que montó siete escalones abajo, en el subsuelo de su casa. Algunos días a la semana, a la tarde, dos jóvenes lo acompañan. Alexis les enseña el oficio a cambio de una mano en la restauración de instrumentos. En ese mismo lugar construye las guitarras que le piden músicos de Argentina, Brasil, Alemania, Suiza, Israel. En este momento, tiene una demanda de dos años de pedidos, alrededor de 18 por tallar. A cada una le dedicará entre 250 y 280 horas, hasta alcanzar el punto justo que, más adelante sabremos, nunca es el punto final.
Cómo se talla un luthier
El taller está repleto de maderas, pedazos, pedacitos, viruta, aserrín. Un chelo descansa sobre una mesa y Alexis, con Lautaro, (uno de sus aprendices) intentan afinar un sol. Hay mesas altas y una vitrina con algunos violines y violas que se destacan por su brillo. También hay muebles que contienen piezas de los futuros instrumentos, y en las paredes cuelgan las más variadas herramientas que no dejan de ser palitos con mangos para el ojo no entendido. En manos de este luthier, ellas son las que transforman la madera en guitarras, mientras él imagina cómo serán las melodías que vibrarán en sus cuerdas, qué manos se apoyarán en ella, a qué destino estará predestinada.
-¿Cómo fueron los primeros pasos? ¿Buscabas un músico que te gustaba y le decías: “Tomá la guitarra, probala”?
-Hay algo que destaco como un punto importante y es que procuré tener un nivel. Trabajar muchos años hasta llegar a regalar una. Si me faltaba, para qué salir a vender si podía trabajar de camarero y seguir evolucionando como luthier hasta llegar a un nivel que me diera cierta dignidad. Pero eso ya tiene que ver con la autoexigencia, no es algo impuesto como norma. No hay normas, las ponemos nosotros.
-¿Por qué un músico busca un instrumento de luthier?
-Son músicos que llegan a un nivel. Un instrumento de autor tiene unas cualidades para que ellos desarrollen una búsqueda sonora y tímbrica en las obras. Llevan muchas horas de trabajo y con materiales muy específicos. El que lleve muchas horas de trabajo es directamente proporcional a la calidad, porque vos tenés un diálogo cotidiano con la madera. Uno parte de un cacho de madera hasta tallar la bóveda de una caja de violín o laminar los aros de una guitarra. A nivel internacional, la industria lo que hace es bajar los tiempos socialmente necesarios para producirlo. Por ejemplo: el oro no tiene valor, vale lo que vale por lo que cuesta sacarlo de la mina. Si uno descompone cada elemento que fue producido para consumir, de lo que está hecho, el valor de ese producto, es de horas de trabajo. Esto viene de la misma dinámica. Una empresa de guitarras te puede hacer diez mil en una semana y un luthier necesita entre 250 a 280 horas en cada una, midiendo con mucho cuidado todas las piezas que componen el instrumento.
-Hacés investigación en técnicas de construcción. ¿Qué investigas?
-Busco nuevas formas constructivas, nuevas técnicas. Por ejemplo, desarrollo prototipos de cosas. Los puentes que utilizo en las guitarras son unos que desarrollé yo y que no lo vas a ver en otras guitarras. Que tiene características particulares por cómo concibo la naturaleza del movimiento y de la física mecánica. Es como (Antoni) Gaudi,el tipo resolvía las columnas como si fueran tejidos orgánicos, era su forma de comprender la naturaleza de la física.
-Hay herramientas que las fabricás vos. ¿Por qué?
-Porque veía Macgyver. Vos te reís pero es una forma de encontrarme con mi infancia. Seguro.
-¿Te hacés herramientas que podrías haber comprado?
-No, algunas no. Las invento.
-¿Cuántas herramientas tenés?
-Si una persona teje crochet y tiene 30 agujas de diferente tamaño y pensamos que son 30 herramientas distintas, entonces tengo un montón de herramientas. Más de 2000 quizá.
La mecánica de la música
Hay ironías en las historias de cada una de las personas que habitan la tierra. Una de ellas es que Alexis Parducci es sordo de un oído. De chico una ola lo revolcó, su cabeza se golpeó y la presión del agua alojada en el oído le reventó el tímpano. De ese lado, el derecho, escucha un 40% de las frecuencias sonoras.
-Eso es terrible para mí. No tener nunca la misma percepción que tienen los músicos de mis instrumentos es algo que me va a pesar toda la vida. Es como ser pintor y ver con un solo ojo. Pero bueno, me tocó esto.
Estudió guitarra -“un poco”, aclara- con Julio Azcano y después con Jorge Armani. Según Parducci, es importante tocar el instrumento para conocerlo pero también para entender cómo funciona.
-Suena todo en una guitarra. Tenés dos extremos: uno que apoya en el puente y otro que está atado a la cabeza. La guitarra es un sistema cerrado de energía. La cuerda tiene algo que se llama sustein que es el tiempo que demora en dejar de moverse, el tiempo de durabilidad de vibración. La cuerda deja de vibrar porque por la fricción de los átomos de la cuerda se pierde en calor la energía y deja de moverse. Mi trabajo es hacer todo lo que se pueda, desde esa concepción, para que la guitarra sea estable, tenga un sustein prolongado y no pierda energía en lugares donde se puede ahorrar. Donde se puedan ir resolviendo todos los problemas que se suscitan de la tensión que genera la contracción en el instrumento, para que haya un funcionamiento mecánico. Porque de cero a afinar las cuerdas, hay un aumento de tensión que llega de 48 a 55 kilogramos de fuerza. De cómo se resuelvan esos problemas mecánicos, depende el resultado acústico de un instrumento. Mí laburo es ir comprendiendo qué sucede cuando una guitarra se encorda y a través de ese diagnóstico, que es intuitivo y te lo da la experiencia, ir resolviendo a través de formas de encolar, de adhesivos, de tipos de materiales, de espesores, de estructuras internas, de diseño en la forma del instrumento. Ahí empieza el juego del luthier. Cada uno tiene uno distinto porque deviene de la comprensión de esos problemas físicos que ocurren naturalmente en el instrumento.
-¿Por qué considerás que cada uno de los detalles son importantes en la construcción de una guitarra?
-Los luthiers, habitualmente, le otorgan a la tapa la gran producción del sonido. Pero yo le doy importancia absolutamente a todo. Es un poco exagerado, a veces. Es ser detallista. La perfección es un adjetivo, no es algo que se pueda conseguir. No hay límite cuando uno es un perfeccionista y tiene capacidad para apreciar los más mínimos detalles. Desconozco por qué las personas nos sometemos a estos niveles de rigor. No sé, sublimación de la libido en arte, la represión de toda la furia puesta en la producción. De cada instrumento que voy encordando saco un chequeo intuitivo, que no significa falto ni de racionalización ni de objetividad porque para mí la intuición es una de las capacidades más altas de la naturaleza. De cada instrumento que termino sé qué tengo que modificar para el próximo. Hay una línea que aunque pase un año y medio sin hacer guitarras, es una continuidad de razonamientos sucesivos que espontáneamente me llevan a una búsqueda.
-¿Tenés una fórmula secreta sobre cómo construir tus guitarras?
-No hay fórmula. Hay lo más parecido a un mono en constante diálogo con la madera y es mi forma de razonar la naturaleza. Yo te puedo enseñar una técnica, que es lo que hago. Tampoco me voy a colgar de la parra filosofal, pero realmente estoy más convencido que es así, que no hay fórmulas, que hay cosas que son intransferibles. Yo te puedo decir cómo hacer una guitarra y probablemente sea muy buena pero va a ser distinta. Totalmente distinta. Yo mismo me doy cuenta que cuando no estoy de ánimo, no me salen las cosas como me gustan. Mis guitarras suenan como yo esté. Estamos hablando de algo muy fino, de mucha sensibilidad. Hay algo que no es transferible y que son mis circunstancias históricas.
-¿Lo que hacés es arte?
-No creo que sea una obra artística, esto es un oficio artesanal… Ponele que sí sea arte, pero bajando el arte a algo mucho más natural. Todos tenemos capacidad de hacer arte. Del arte como inventiva o como respuesta a embellecer el mundo. Es algo que ocurre en la infancia, frente a ese choque con la realidad los chicos desarrollamos inventiva, creatividad y arte para embellecer eso que es trágico. Desde ese punto, me parece que todos tenemos capacidad de sublimar la libido en arte. Lo que pasa es que, bueno, hay quienes están susceptibles a eso y otros que no. Hay quienes se reirán de lo que estoy diciendo y pensarán “este es un bohemio”. Y sí, probablemente tienen razón.
De buena madera
Sobre la mesa hay una guitarra que tiene la tapa despegada. Alexis la acomoda, acerca una luz y la mira con detenimiento. Luego, elige un pedacito de madera y comienza a darle forma. Va y vuelve con ese pedacito, lo mide, lo mira de cerca, lo lija un poco más, lo vuelve a probar sobre el instrumento. Así sucesivamente hasta que le pone un adhesivo y con una paletita lo acerca hasta la guitarra. Con una mano hace eso, con la otra, metida en la boca de la guitarra, comienza a pegar. Sin paciencia, precisión y prolijidad, no hay luthería.
Parducci pasa horas en el taller. A veces está solo y en silencio, otras con mate y la conversación de un amigo, su novia, alguno de sus aprendices. Con todos conversará -de masajes holísticos, política, música, lo mucho que le gusta pescar en Santa Clara, el ego, el destino, la historia-, se reirá, y escuchará mientras continúa trabajando.
En el taller hace calor. La madera no se lleva bien con ciertos niveles de humedad. Desde que al lado de la casa comenzaron una obra, un poco de agua se filtra por las paredes y es necesario mantener la estufa prendida para cuidar el material.
-Si afuera hace 25 grados, acá 35.
-¿Qué madera se usa para hacer una guitarra?
-Son muy variados los tipos de madera que se utilizan. En rasgos generales, una madera dura o semidura para el fondo que es lo que da a los pechos del tocador, y los aros que son la cintura. Para el diapasón donde van los trastes -las barritas metálicas- se usan maderas muy duras, más duras que la de los aros para que no sufra desgaste con el uso y el paso del tiempo o con la grasitud de los dedos y que genere una estructura rígida en el mango para que no sea blando y absorba frecuencias. Para la tapa, que es donde van agarradas las cuerdas, se suele usar una madera más liviana y en lo posible elástica.
-¿Por qué tiene que ser más blanda la madera de la tapa?
-Una guitarra equivale a un tambor y la tapa sería el parche. Es una caja de resonancia, significa que amplifica las cuerdas que están vibrando. Por un lado está el diapasón donde tenés los trastes; y por otro lado las cuerdas que se apoyan en el hueso del puente. Eso vibra, transmite la frecuencia a la tapa y a través de la madera se van transmitiendo las vibraciones a lo largo de todo el instrumento y al aire interno. En definitiva, lo que nosotros escuchamos del instrumento es una onda mecánica que se propaga a través del aire. Tenemos una membrana en el tímpano que se encarga de transmitir la onda mecánica en electricidad que es lo que el cerebro percibe como sonido. Es lo que decodificamos, movimiento en última instancia que se propaga a través del aire. O sea, no existe el sonido en el vacío, siempre necesita un medio de propagación. Eso un poco abre el terreno a lo subjetivo del sonido. Vos y yo no escuchamos el mismo instrumento porque morfológicamente cada oído es distinto de una persona a otra. Tenemos un rango de aproximación, unas frecuencias estándares en las cuales el ser humano puede más o menos escuchar. De frecuencias más graves de 40 o 50 hertz no escuchamos y frecuencias agudas de determinados hertz, tampoco. Los perros escuchan frecuencias más altas, las aves más todavía. De acuerdo al animal que se trate,escuchamos frecuencias distintas.
-¿Cómo elegís la madera?
-De acuerdo a las procedencias de las maderas hay características determinadas, al menos en general. Después cada pieza en concreta es algo único y por tanto no hay, y eso ya tiene que ver con mi forma de construir, con mis métodos y mi cosmovisión acerca de la luthería, porque no utilizo planos. Diseño en función de cada pieza en concreto. Por lo tanto, lo que emana del estudio de la experiencia de los luthiers es un conocimiento abstracto general. Después cada madera es un mundo aparte, un diálogo aparte.
-Una vez terminada la guitarra. ¿Cómo le das brillo?
-La elaboración de los barnices es un campo aparte, pertenece al ámbito de la química. Son resinas para lustrar el instrumento. Hay hasta barnizadores en España que se dedican a lustrar las guitarras. En mi caso, casi siempre me dediqué a barnizarlas yo. Cuando vivía allá, el último tiempo, sí se las mandaba a un barnizador en Granada que trabajaba con los grandes luthiers de ahí.
-¿Es sólo una cuestión estética o puede afectar al sonido?
-Influye en algún aspecto. En España las guitarras de fábrica se barnizan con poliuretano que es una laca muy dura, de dos componentes. Se usa ese, o un polyester que es más duro todavía. De la dureza de un plástico acrílico. Eso es como ponerle un traje de pieles a Julio Boca y pedirle que baile igual.
-¿En Mar del Plata no hay barnizadores?
-No, tuve que aprender. Sabiendo que me volvía fui a la casa del loco en Granada a aprender y me enseñó. Y me enseñó bien, cerveza de por medio y pescado frito. Yo estoy perceptivo a todo, es una cuestión conceptual. Desde la etiqueta hasta las cuerdas, los huesos que uso para hacer los ajustes, el barniz, el estuche donde voy a entregar la guitarra, una ficha técnica. Todo habla de mi trabajo, no es simplemente hacer la guitarra y ya. Es cierta delicadeza con algo que uno quiere y hace con amor.
Empieza a llegar la noche. Más de las siete marca el reloj. Como son siete las notas musicales y los escalones para salir del taller. Alexis sigue abajo. Insistirá un rato más con la madera. Sabe que las mejores guitarras están por venir.