Sé lo que hicieron en el diario El Atlántico

Como en toda película de terror, la cosa termina mal. En muy pocos meses el Grupo Crónica vació El Atlántico, hizo desaparecer íntegra a su redacción y entregó la marca a su principal competidor. Un informe de largo aliento, que devela cómo y quiénes destruyeron un medio de comunicación histórico de Mar del Plata.

Redacción El Atlántico
Redacción del diario El Atlántico después de su vaciamiento

Fotos: Romina ElviraPablo GonzálezFederica González

La historia del diario El Atlántico parece una película clase B, escrita por un cineasta amateur que quiso meter todo junto en su ópera prima. Arranca en 1937 y la protagonizan cientos de trabajadores de prensa y gráficos marplatenses que pasaron por su redacción y taller, también empresarios que van desde el mítico Héctor Ricardo García, hasta Florencio Aldrey Iglesias, pasando por los hermanos Olmos, Néstor Otero y la familia Fernández. Tiene como actores secundarios a sindicalistas despedidos de su redacción, y dirigentes nacionales como Antonio Caló y Hugo Moyano. Y hay extras que van desde patovicas a sueldo con armas que no suenan a utilería, hasta un luchador de catch de Titanes en el Ring. Tiene un comienzo tranquilo en blanco y negro, su pico a todo color, y cualquier crítico de cine diría que pierde fuerza en el final.

El Atlántico era el medio más viejo del Grupo Crónica; trabajaron en él cientos de trabajadores de prensa y hoy está a punto de desaparecer.

¿Cómo llegó el histórico diario marplatense a un final como éste? Veamos si la película nos aporta algunas pistas.

Escena 1: Deme dos

Los hermanos Olmos no son periodistas, pero hace casi una década que incursionan en el negocio de los medios de comunicación. Su crecimiento económico comenzó a mediados de los ‘90 cuando, luego de rescatarla, se hicieron cargo del manejo de Forjar Salud, la obra social de la Unión Obrera Metalúrgica dirigida por Antonio Caló, actual titular de la CGT oficialista, que administra más de diez clínicas y sanatorios en todo el país. A eso le sumaron la creación de la prepaga BASA Salud, que también ofrece servicios a afiliados de organizaciones sindicales, lo que significó en muy pocos años la consolidación millonaria de los Olmos.

Con el tiempo, y a través del vínculo con Caló y Hugo Moyano (en ese entonces aliado del presidente Néstor Kirchner), establecieron un acuerdo con el Gobierno nacional, quien ya preveía la disputa en ciernes que se avecinaba con el Grupo Clarín, para ingresar con fuerza al mercado mediático. Esto garantizó que el salto de los Olmos viniera acompañado con una de las mejores pautas oficiales (según datos publicados por jefatura de gabinete del Ejecutivo nacional, entre 2009 y 2013 el Grupo Crónica recibió del Estado 101,2 millones de pesos).

Así fue que, en 2005, los Olmos fueron a visitar a un avejentado hombre de los medios para ofrecerle un negocio. Héctor Ricardo García estaba en el declive de su brillante paso por la historia de la comunicación argentina. Se había erigido, por mérito propio, en el Citizen Kane nacional al fundar, en 1963, el diario popular Crónica, que en su mejor momento llegó a tirar 600 mil ejemplares por día (y hasta un millón en dos oportunidades) y, en 1994, el primer canal de TV con el que inauguró la idea de ofrecer un noticiero las 24 horas del día.

Pero en aquel 2005 nada de esto valía para ese hombre acuciado por deudas y demandas por fraude fiscal. La Afip lo acusaba de evadir al fisco por un monto que ascendía a 18 millones de pesos, y por esta causa tuvo que cumplir ocho meses de arresto domiciliario.

En eso estaba cuando los hermanos Raúl y Alejandro Olmos le ofrecieron comprar su criatura, Crónica. Pero, junto al diario más popular del país, venía de la mano su hermano menor, el diario marplatense El Atlántico, que debía incluirse en la operatoria. El negocio se cerró y los Olmos se quedaron con ambos periódicos por la suma de un millón de dólares.

Una de las primeras medidas que tomaron los nuevos dueños no fue editorial, sino contable: “ajustar los números”. Achicaron al máximo los costos, que en el diario porteño se tradujo en el cierre de la edición vespertina y el despido de 75 periodistas. La redacción se resistió y llegó a tomar el edificio de Mitre 760, en Capital Federal, donde se editaba el periódico cuyo lema histórico era y sigue siendo “firme junto al pueblo”. De acuerdo a lo que denunció en la Justicia la comisión interna, la empresa recurrió a 20 patovicas para romper las asambleas y hasta balearon el edificio tomado.

Cuando llegó a Mar del Plata el “ajuste de números”, también viajaron con él algunos patovicas. Así, la secuencia de despidos y resistencia de los trabajadores —con toma de redacción incluida— tuvo su réplica local.

Luego de Crónica y El Atlántico, los Olmos adquirieron el diario económico BAE, crearon el semanario Democracia y la web Diario Show. En televisión, participan de la gestión de Crónica TV (aunque formalmente sigue perteneciendo a García) y poseen un tercio del paquete accionario de la productora Underground, que dirige Sebastián Ortega. Con todo esto conformaron el grupo Olmos, al que formalmente inscribieron como “Grupo Crónica”.

Escena 2: La Máquina de Ideas

Cuando el año pasado el diario Crónica estaba cerca de cumplir cincuenta años, los Olmos pensaron que era un buen momento para un relanzamiento. Reconociendo que ninguno de los dos sabía mucho de periodismo, hicieron lo que suele hacer todo buen empresario en rubro de negocios ajeno a sus conocimientos: llamar a una consultora extranjera.

La Máquina de Ideas (LMI) es una empresa mexicana vinculada a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que asesora a diarios populares o sensacionalistas en más de setenta países. Es probable que antes de contratarlos, Raúl o Alejandro Olmos hayan visitado su sitio web y se hayan encontrado con esto: “Hacemos que su empresa de medios sea más rentable. Y esa rentabilidad y mejora en la ventas de ejemplares, aumento en la publicidad, consolidación de sus marcas o mejor rating en televisión la logramos trabajando con su staff”. Llamaron.

Fachada El Atlántico
Desde el gerenciamiento, el edificio donde funcionaba El Atlántico pasó a ser sede de Crónica de la Costa

El principio del fin

La Máquina de Ideas viajó hasta Argentina en junio de 2013 y realizó un diagnóstico para proponer un plan de relanzamiento de algunos medios del Grupo. Luego de trabajar con el diario Crónica, le tocó el turno a Mar del Plata. Llegaron a nuestra ciudad en septiembre de 2013.

“El principio del fin es con la llegada de La Máquina de Ideas”, dice hoy Federico Desántolo, sentado en un café a pocas cuadras de la histórica redacción de Bolívar 2975, en la que trabajó durante nueve años, hasta ser despedido sin causa, el 30 de julio de 2014. “En un principio parecía que iba a ser para mejor, porque el discurso de la empresa era: ‘esta Máquina viene a hacer económicamente viable el diario’”.

Estuvieron en la ciudad dos días, con la intención de hacer un diagnóstico general y realizar entrevistas individuales con todo el personal.

Así, el viernes 20 de septiembre de 2013, un artista colombiano que reside en México, un joven de la clase alta boliviana que se autodefine como “ejecutivo exitoso” y una colombiana de sonrisa prominente se pararon frente a la redacción con la promesa de relanzar el maltrecho diario marplatense, que venía de perder por segunda vez su rotativa un año antes, y con una sistemática caída publicitaria y de venta de ejemplares.

“Somos La Máquina de Ideas”, comenzó Carlos Echeverry, el CEO del grupo. El veterano asesor expuso la historia y objetivos de la consultora. Luego, a través de un powerpoint, mostró junto al presidente de LMI, Mauricio Saravia, fotos de redacciones modernizadas por ellos y exhibió diarios que habían creado o “relanzado”. Todos dentro de los llamados “populares”, “clase C” o “sensacionalistas”. Según mostraban las imágenes, habían participado del cambio en el diario Q’hubo de Bogotá, en la creación del diario El Ambateño de Ecuador, en el relanzamiento de Hora Sero en Venezuela, en la reestructuración del diario El Pueblo del norte de México y en el relanzamiento de los diarios Ajá y Correo en Perú, entre otros. Fue un desfiladero de tapas e interiores a todo color con especial énfasis en policiales sangrientos y culos exuberantes, bastante alejado de lo que el diario marplatense venía ofreciendo a sus lectores.

En un momento, el hombre se detuvo. Agarró de una mesa un ejemplar de El Atlántico de ese mismo día y señaló la tapa que exhibía una foto central del juez Pedro Federico Hooft, quien en ese momento estaba afrontando el Jury de enjuiciamiento por su rol como juez durante la última dictadura militar. La foto ocupaba media tapa y el titular amarillo sobre ella decía: “Otro revés para Hooft”. Echeverry, con su acento centroamericano, dijo: “Yo no quiero que El Atlántico sea esto. En El Atlántico los delincuentes no tienen que estar acá. Este hombre tiene que estar en chiquito. La tapa tiene que ser más positiva”.

Unas horas más tarde, Desántolo —uno de los responsables de esa tapa— aguardaba el llamado para la entrevista individual. Mientras lo hacía, repasó las palabras de aquel hombre, se preguntó qué le depararía el futuro y, al igual que muchos de sus compañeros, se atragantó de incertidumbre. En eso estaba, cuando le avisaron que era su turno.

Lo recibió Luz Márquez, quien en su tarjeta personal se presenta como “socia directora” de LMI. Desántolo aprovechó la oportunidad para cuestionar la opinión sobre la tapa del diario: “Me quedé pensando en lo que dijo tu compañero. La persona que aparece ahí no es un delincuente común, es un juez de la nación acusado de delitos de lesa humanidad”. Luz Márquez lo miró unos segundos en silencio. Luego preguntó: “¿Qué es delito de lesa humanidad?”.

Escena 3: Dos redacciones

No es posible saber con exactitud si fue la LMI la que lo propuso, pero lo cierto es que el Grupo Crónica cambió su estrategia. Volvieron a la receta de “ajustar números”, pero esta vez no fue a los golpes ni a los tiros. Utilizaron una ingeniería mucho más sutil, una suerte de “guerra de baja intensidad”. Tanto en el porteño diario Crónica como en el marplatense El Atlántico propusieron una sorpresiva división de redacciones. No era sólo física, sino también de relación laboral. Cada ruptura implicó traspasar de razón social a una parte de los trabajadores. En Crónica lo hicieron creando una empresa nueva, llamada Aconcagua SA. Una parte fue obligada a cambiarse a la nueva razón social, la otra quedó en la histórica Editorial Sarmiento.

En El Atlántico, la estrategia fue casi idéntica, pero tuvo un elemento inesperado: la aparición de un interesado en la compra del diario. Así, en el caso local, la división de redacciones implicó para los Olmos sacarse parte del personal de encima sin tener que despedirlos ni reabsorberlos.

Con el correr de las semanas, la propuesta de relanzamiento devino reestructuración y la reestructuración se tradujo en un vaciamiento voraz y precoz. El objetivo: desprenderse de todo el personal que el Grupo Crónica tenía en Mar del Plata en el menor tiempo posible y abandonar el papel.

Le bastaron nueve meses para deshacerse del diario, hacer desaparecer íntegra a la redacción, induciendo 36 retiros “voluntarios”, y vender la histórica marca a su principal competidor.

Escena 4: El gerenciamiento

Dos meses después de la visita de LMI, Rodrigo Conti, gerente periodístico del Grupo Crónica, se reunió con Desántolo para darle la primera noticia sobre las consecuencias del diagnóstico de la consultora: “Oscar Ortiz se va a ir. Lo echaron. La evaluación de La Máquina de Ideas es que él no es el Director para la etapa que se viene”. Luego hizo promesas de mejoras y auguró buenos tiempos para el futuro del diario.

Una semana más tarde, Conti volvió a Mar del Plata, pero esta vez acompañado por Cristina Quintana, responsable de Recursos Humanos del Grupo, Juan Pablo Vieytes, jefe de Medios Digitales, y el mismísimo Alejandro Olmos. En medio de rumores que iban y venían, todo el personal fue convocado para escuchar la peor de las noticias para cualquier periodista gráfico: “Hoy van a hacer el último diario”. Las palabras que siguieron sonaron filosas a los oídos de una redacción que escuchaba en silencio, atónita, alborotada internamente por miles de preguntas. El hermano menor de los Olmos explicó que habían hecho un negocio con una empresa llamada Editorial Arena del Atlántico (a la que nadie conocía) con quien habían acordado entregar el diario en forma de gerenciamiento por un año, con opción a compra. Agregó también, que con el diario se iban cinco personas ya seleccionadas, y que el resto se quedaría en el Grupo Crónica para realizar un portal web, que llevaría el nombre Crónica de la Costa.

El clima era desconcertante: las caras, las preguntas que por fin salieron, las miradas entre los compañeros, el temor, la esperanza. Todo se mezcló en un instante contradictorio buscando entender lo que se venía.

Disrupción bizarra 1

Al enterarse del despido del Director, la redacción quedó a la espera de que la empresa lo reemplace. Los Olmos nunca repusieron a un director periodístico, pero enviaron a un representante para ocupar la oficina del despedido Ortiz. El elegido fue Oscar Demelli. El nuevo hombre de confianza de los dueños de Crónica fue luchador de catch en los ’70 y, según él asegura (porque las vendas lo pusieron en duda muchos años), integró el staff de Titanes en el Ring. A partir de entonces, la oficina del Director de la redacción de la calle Bolívar quedó ocupada por la Momia blanca.

Escena 5: Crónica de la costa

“Creo que lo que todos pensábamos cuando se empezó a hablar de una posible venta fue que nos íbamos todos juntos a hacer El Atlántico a otro lado. Nunca nadie se imaginó que iba a pasar esto, que el diario iba a cambiar de manos sin la mayoría de nosotros”, dice Lucía Sánchez Lucero, quien trabajó como redactora de la sección locales del diario durante seis años y tres meses. Sánchez Lucero fue una de los 41 trabajadores que, luego de anunciado el gerenciamiento, se quedó trabajando en el portal web Crónica de la Costa. También fue una de las que recibió constantes llamados para inducir su retiro. Y también fue una de las que, desgastada, terminó aceptándolo. Para ella, una vez separados del diario en papel, el futuro parecía claro: “La empresa nos decía todo el tiempo que no se iban a perder puestos de trabajo, pero ¿qué web de noticias podía ser sustentable con más de 30 empleados?”.

trabajadores El Atlántico en paro
Trabajadores en la puerta del diario en un reclamo ante la empresa

Converger es la consigna

Fue por esos días cuando Lucía escuchó por primera vez la palabra “convergencia” aplicada a los medios: “La Máquina de Ideas nos hablaba de un contexto internacional del periodismo. Nos plantearon que la tendencia es ir hacia redacciones multiplataformas, darle mucha bola a lo digital, ir a microformatos, ampliar tareas”.

La convergencia plantea acabar con las especialidades dentro de las redacciones. Un mismo periodista debe escribir para cualquier medio de un Grupo, sobre cualquier tema, sea en el diario o en la web, y además, si fuese posible, debe sacar fotos y hasta filmar algún video. En los ’90 a esto se lo conocía como polifuncionalismo y flexibilización laboral, hoy le llaman “convergencia”.

Más allá de los argumentos esgrimidos, la realidad parece demostrar que la fusión de redacciones en la mayoría de las empresas mediáticas tiene más que ver con una reducción de costos que con una supuesta modernización. Así, la “convergencia” se presenta como una tabla de salvación ante los problemas que atraviesan las empresas periodísticas: la pérdida de lectores y de rentabilidad.

No sos vos, soy yo

Los extrabajadores de El Atántico, ya reubicados en la web Crónica de la Costa, denunciaron que la empresa mintió al asegurar, ante el Ministerio de Trabajo y el sindicato de Prensa, que iba a sostener todos los puestos de trabajo. Según describen, el movimiento fue triple: la convergencia, por la que todos empezaron a escribir para diversos medios del Grupo Crónica; el desgaste, con la precarización de las condiciones laborales en el nuevo medio; y la apertura de un “retiro voluntario”. Las fichas de la empresa estaban puestas en esto último. No querían despedir a la gente, pero los invitaban insistentemente a que se vayan.

Frente a la negativa recurrente de uno de los trabajadores a aceptar el retiro, uno de los representantes de la empresa le facilitó la comprensión del mensaje con una original metáfora.

—Esto es como un noviazgo, si tu novia ya no quiere salir más con vos, pero vos sí, ¿cuánto pueden durar? ¿Dos meses?.

De a poco, todos fueron aceptando los retiros. Sólo ocho quedaban al momento del batacazo final: el 26 de agosto de 2014, la empresa los invitó a renunciar a la Editorial y los reabsorbió en otras razones sociales. Cuatro firmaron en BAE y cuatro en Editorial Sarmiento. El objetivo fue cumplido: Editorial El Atlántico SA, que administraba un diario de 77 años de existencia, se quedó sin un sólo trabajador.

Bolívar 2975

Ya sin trabajadores, a la Editorial El Atlántico sólo le quedan deudas de un concurso de acreedores que aún no terminó de resolver, y un enorme edificio vacío en la calle Bolivar, con 16 embargos en su contra, por un valor de 13 millones 467 mil 197 pesos, con 6 centavos.

Un detalle simbólico que da cuenta de los años que lleva recibiendo embargos este histórico edificio (en su mayoría por deudas impositivas, pero también algunos por juicios laborales) es que el primero de ellos es de 1991, a favor de la Administración Nacional de Aduanas, por un monto de 53 mil millones… de australes.

En este contexto, para el sindicato de Prensa de Mar del Plata, el gerenciamiento del diario fue un acto ilegal. El argumento: ninguna empresa en concurso de acreedores, con sus activos embargados por millones de pesos, puede desprenderse (sin autorización del juez de la quiebra ni del síndico) del único producto que comercializa (el diario), y cuyas ganancias, se supone, son la única esperanza de cobro de los acreedores.

Disrupción bizarra 2

El mayor problema que tuvo en los últimos años el actual responsable de Crónica de la Costa, fue lograr el reconocimiento de la justicia por su pasado como luchador junto al recientemente fallecido Ancho Peucelle. Es que Paulina Karadagián, la heredera del creador de Titanes en el Ring, sostenía que Demelli nunca fue La Momia, sino un utilero del programa. Luego de 23 años de litigio, la justicia le dio la razón al ahora representante de los Olmos y militante de la agrupación Kolina, quien además logró otro fallo favorable: pudo probar que el héroe de los niños de los años ‘70, Martín Karadagián, nunca le pagó sus aportes patronales. No obstante, esto no logró sensibilizar a Demelli respecto de la situación laboral de los trabajadores de El Atlántico, a quienes, cuando denunciaron el vaciamiento del diario, insultó desde su cuenta de twitter @lamomiakolina.

“Me la chupan como dise el diego soy amigaso de los olmos y por ellos me la juego” (sic)

“La verdad pendejo cuando mis bolas en tu boca no me desias lo mismo te gusto ajjajajaj” (sic)

Escena 6: El nuevo El Atlántico

En Belgrano entre Córdoba y Santiago del Estero habían montado la nueva redacción del diario, ya fuera de la órbita del Grupo Crónica.

“Nosotros pensamos que nos íbamos los cinco y que nos iba a estar esperando una redacción casi armada. Cuando llegamos el domingo, no había nadie”, recuerda Desántolo. En realidad había una sola persona: Raúl López, quien hasta el viernes anterior había sido jefe de redacción del diario La Prensa de Buenos Aires, un diario que pertenece al empresario Florencio Aldrey Iglesias. Primera señal.

López, quien era el director de la nueva etapa del diario gerenciado, les confirmó lo que no imaginaban: la nueva redacción serían sólo ellos cinco, no habría más periodistas. Tampoco gráficos, ni fotógrafos, ni chofer. La pregunta surgió casi al unísono: “¿Y ustedes quieren sacar un diario hoy?”. López explicó que sí, e informó el original funcionamiento del nuevo medio: los periodistas sólo debían mandar el archivo word para completar la sección local del diario. Del diseño, la tapa y demás detalles se encargarían en Buenos Aires. Se trabajaría hasta las 9 de la noche. El nuevo El Atlántico se reducía de 40 páginas a 24, de las cuales sólo cuatro o cinco serían locales, el resto se tomaban de La Prensa. Segunda señal.

Ese mismo domingo a la noche, el primer día de trabajo del nuevo/viejo diario, los cinco periodistas se plantaron y volvieron a la redacción de la calle Bolívar, exigiendo rediscutir las condiciones de su traspaso. Discutieron con la gente del Grupo Crónica: “En medio de gritos, ya no éramos los mejores, sino que éramos los más caros, por eso nos mandaron para allá”. Pero por más que se opusieron, la respuesta de la empresa fue tajante: no hay oportunidad de volver. Terminaron firmando en la nueva razón social. “Nos habían puesto en una encrucijada: era esto o nada”.

Disrupción bizarra 3

—Hola, ¿hablo con Oscar Demelli?

—Sí señor, él habla.

—Le hablo de Revista Ajo, quisiera hacerle una entrevista para un informe que estoy escribiendo sobre el diario El Atlántico.

—No puedo hablar mucho, sólo voy a decir que vamos a restaurar a nuevo el edificio de Bolívar, que no sabemos qué va a pasar con Crónicas de la Costa y que ahora estamos con El Argentino. Pero no puedo hablar. Ahora estoy en Buenos Aires en una reunión con Omar Suárez, que va a ser nuestro candidato a intendente en el 2019. Pero no puedo hablar. Llamame el jueves y hablamos.

—Dale.

Escena 7: Todos los caminos conducen a Aldrey

Mar del Plata tuvo en su historia un puñado de diarios, pero fueron dos los que se mantuvieron históricamente en competencia. El Atlántico era uno. El otro es La Capital, el de mayor venta e influencia, dirigido por Florencio Aldrey Iglesias, dueño del multimedios del mismo nombre, un conglomerado de empresas que administra radios, señales de TV, un servicio de cable y algunos diarios. Desde este lugar, ejerce hace muchos años una posición dominante en el mercado de medios y, sobre todo, en el mapa económico y político de nuestra ciudad. De vínculo casi filial con el gobernador Daniel Scioli, Aldrey Iglesias es, sin dudas, el empresario más poderoso que ha conocido hasta hoy la historia de Mar del Plata. A la concentración audiovisual y gráfica, se le suman sus negocios inmobiliarios, hoteleros, en juegos de azar, entre muchos otros.

Si los rumores que aseguraban que la empresa Arena del Atlántico SA —a la que los Olmos habían dado el diario en gerenciamiento— era una pantalla de Aldrey Iglesias para apoderarse de su competidor, algunas cosas parecían confirmarlo: hubo días en que La Capital, La Prensa (ambos dirigidos por el empresario español) y El Atlántico tenían las mismas páginas nacionales, con diseño y títulos idénticos. Tercera señal.

Pero la realidad es que en los papeles Aldrey Iglesias no figuraba. Entonces, ¿quiénes eran los nuevos dueños de El Atlántico?

Aldrey
Florencio Aldrey Iglesias, empresario hotelero y director del multimedios La Capital

Escena 8: Todos para uno y uno para todos

El 2 de noviembre de 2013, sólo 18 días antes de que Alejandro Olmos anunciara a su personal el desprendimiento del diario El Atlantico, Fabián Andrés Fernández, un ignoto empresario de la ciudad, entraba en Rivadavia 3025, sede de la Escribanía Crego, con una carpeta en la mano. El hombre de 44 años tenía mucha urgencia por llevarse el acta notarial que diera cuenta de la constitución de una nueva empresa que acababa de fundar. El papel necesitaba la firma de un escribano para volar a La Plata y conseguir la matrícula en un trámite que debía ser express.

Luego de que el escribano Gustavo Crego pusiera su rúbrica, Fernández se llevó los papeles y los envió a La Plata. El viernes 8 ingresó a la Dirección Provincial de Personas Jurídicas y tres días más tarde ya tenían asignado el número de matrícula 117519. Normalmente, el reconocimiento de una Sociedad Anónima demora entre uno y cuatro meses. Ellos la lograron en tres días. Dos semanas después de constituida, la flamante sociedad realizó su primera operatoria comercial: la adquisición de un diario.

La empresa lleva el nombre “Editorial Arena del Atlántico SA” y, según expresa el acta constitutiva, se conformó con el objeto de realizar “por cuenta propia o de terceros” actividades editoriales que incluyen “impresión, publicación, distribución, comercialización de publicaciones diarias, ya sea por medio de diarios, revistas, folletos…”. El paquete accionario de la naciente editorial está dividido entre tres personas: Fabián Andrés Fernández, con el 45%; Julia Cazón Fervienza, con el 30%; y Néstor Otero, con el 25%. ¿Y Florencio?

Plano secuencia en tres movimientos

1. Fabián Andrés Fernández. Contador público, 44 años, titular de Fernández Hnos SA, empresa madre del grupo Fernández Hermanos. Según declaran en la Afip, su actividad principal es el cultivo de papa, batata y mandioca, está inscripta desde 1988, emplea entre 160 y 180 empleados y tiene una facturación que oscila entre los 5 y 20 millones de pesos anuales. Además de Fabián Andrés, el grupo Fernández Hermanos está conformado por sus tíos Carlos Alberto, Adolfo Oscar y Juan Antonio, y por su padre, Julio Argentino “Tino” Fernández. Este último era el titular de Azucarera Comercial Tucumán y ha sido un referente importante de la Ucip local, desde donde hace años sostiene fuertes vínculos con Florencio Aldrey Iglesias, destacado siempre en las crónicas del propio diario como un infaltable comensal en todas las cenas aniversario que organiza el multimedios. Fabián Andrés, su hijo, no tiene ni un sólo antecedentes en el negocio editorial, pero hoy es el principal accionista de la empresa gerenciadora del diario El Atlántico.

2. Julia Cazón Fervienza. Es la segunda accionista de la nueva empresa editorial. No se encuentran muchos datos sobre esta mujer, pero hay uno que es revelador: es una de las beneficiarias de las acciones que Florencio Aldrey Iglesias transfirió para adecuarse a la Ley de Medios en el famoso 7D de 2013. Se trata de Difusora Austral SA, en la que el dueño del multimedios tenía el 80% y sus dos hijos el 20% restante. Todas estas acciones fueron cedidas a dos personas. Una es Dolores Noya, sobrina del dueño de La Capital. La otra es Julia Cazón Fervienza.

3. Néstor Otero. Es el accionista minoritario de Editorial Arena del Atlántico SA. Pero por sus funciones tiene más poder de decisión que el resto: es su presidente. Por eso las primeras versiones hablaron de él como el nuevo dueño del diario. Néstor Otero tampoco está vinculado al periodismo. Participa de múltiples negocios, pero el principal es el de las terminales de ómnibus. Es concesionario de la terminal de Retiro, en la ciudad de Buenos Aires, también de otras en distintas ciudades del país, y su última adquisición fue la nueva terminal de Mar del Plata. Otero está procesado por soborno en el marco del juicio que investigó y condenó a Ricardo Jaime por enriquecimiento ilícito durante su gestión al frente de la Secretaría de Transporte de la Nación. A partir del desembarco del empresario en Mar del Plata, comenzó a compartir negocios con Florencio Aldrey Iglesias. Él mismo admitió, frente a la Defensoría del Pueblo, estar asociado con el director de La Capital en la concesión del Gran Hotel Provincial, en la Nueva Terminal de Ómnibus y en el mega emprendimiento comercial, Paseo Aldrey, que construyeron en las manzanas sobre las cuales funcionaba la vieja Terminal.

Los tres accionistas de Editorial Arena del Atlántico SA —una empresa creada a la velocidad de la luz para dedicarse a la comunicación— no son personas vinculadas al periodismo, no tienen ni un antecedente en el comercio editorial y no se les conoce negocios en común.

Sólo una cosa los vincula: todos están relacionados con Florencio Aldrey Iglesias.

Infografia

Escena 9 (Flash back): Destruir la competencia

Corría el año 2004. En el marco de un juicio laboral por despidos del 2000 y 2001 que derivó en un embargo contra El Atlántico, la justicia ordenó rematar su rotativa. Se venían realizando agitadas negociaciones de último momento, ya que los propios trabajadores afectados y el sindicato de Prensa sabían lo que implicaba para un diario perder su rotativa. Nadie pretendía “matar” a la empresa, porque otros periodistas seguían trabajando allí. Llegó el día y, a último momento, a minutos del remate, lograron un acuerdo. Establecieron un monto para pagar las indemnizaciones adeudadas que convenció a todos. Pero el proceso estaba en curso, por lo que debían resolverlo en la marcha. Se acordó, entonces, que una persona vinculada a la patronal ofertaría el monto acordado para adquirir la rotativa en el mismo remate. De este modo, los trabajadores cobrarían su juicio, pero la empresa se podría quedar con la rotativa. Y todos contentos.

Comenzó el remate, que se hacía en el mismo taller del diario. Estaban los trabajadores afectados, el sindicato, los abogados de ambas partes y el representante de la empresa que debía ofertar el monto estipulado. La martillera preguntó si había alguien interesado en la rotativa. Tal lo acordado, esta persona hace su oferta, apenas abajo del costo de la inmensa máquina y cerca de lo que exigía la justicia para pagar la deuda por el juicio laboral de los trabajadores despedidos. Todo marchaba sobre ruedas, faltaba que la martillera dijera “vendido”, cuando entró un hombre con una valija.

Era Jorge Oscar Pucinelli, un empleado de Aldrey Iglesias, en ese momento gerente de radio LU6, y actualmente dueño del 50% de las acciones de Deportes y Espectáculos SA, una de las empresas del Grupo La Capital (el otro 50% está a nombre Juan Carlos Aldrey, uno de los hijos de Florencio). Al llegar, Pucinelli se dirigió a la martillera y ofertó por la rotativa un monto muy superior al del acuerdo que la empresa y el sindicato habían pautado. Incluso, la oferta fue por encima del valor real de la máquina. Nadie pudo superarla y, frente a la mirada atónita de todos los presentes, se dio por concluido el remate. El auditorio quedó estupefacto. Pucinelli entregó la valija.

El resultado: los trabajadores cobraron su juicio, pero la rotativa se la llevó Florencio Aldrey Iglesias. La guardó y aún conserva en sus talleres de la calle Champagnat, donde funciona La Capital. Actualmente, sólo la usa para imprimir un pequeño diario de Tandil. Fue un golpe durísimo para El Atlántico, que logró superar sólo cuando los Olmos enviaron una nueva rotativa, recién en 2008.

Comprar para pisar

Desde el sindicato de Prensa, aseguran que el Gallego siempre quiso ir por El Atlántico. “No sé qué arreglo económico habrá hecho, pero yo creo que ahora vio la oportunidad y se quedó con el diario. Para pisarlo, como hace con todo, como quiso hacer siempre”, analiza Roberto Ferro, secretario general del sindicato de Prensa de Mar del Plata, también despedido de El Atlántico, pero en 1987. “Lo compra él para que no lo compre Clarín, ni Vila-Manzano, ni ninguna empresa grande que podrían hacerle competencia con los avisos y demás. Hizo lo mismo con las AM de la ciudad. Una funciona, a las otras dos las compró y las mantiene pisadas con música y un solo operador”. Para Ferro, actualmente la Editorial que adquirió El Atlántico imprime no más de 1000 ejemplares por día y no vende más de 50. “Yo creo que igual cuando venza el gerenciamiento lo va a comprar. Pero está claro que no quiere hacer funcionar el diario, lo va a mantener así. El objetivo del Gallego fue quedárselo para que no lo agarre otro, para no tener competencia”.

Final y créditos

La película termina mal. Cuarenta y un puestos de trabajo perdidos, mayor concentración mediática en la ciudad y un diario histórico vaciado y “pisado”.

Mientras bajan los créditos se ve en un recuadrito a la Momia, en un programa de Crónica TV que conduce Anabela Ascar, agradeciendo a Alejandro Olmos por producir su primer disco como cantante. Luego entona con mucho esfuerzo una canción que en su estribillo dice “La petisa se tiene fe”. Lo escoltan un grupo de chicas que imitan, con sus manos cruzadas en sus pechos, el baile de la Momia.

En los créditos no aparece el Concejo Deliberante ni la Municipalidad de General Pueyrredon. El Poder Legislativo local no logró reunir los votos suficientes para denunciar la maniobra y repudiar la concentración mediática en la ciudad, como pidieron los trabajadores del diario en medio del conflicto. Tampoco el intendente Gustavo Pulti se pronunció al respecto, ni realizó ninguna acción para evitar que se perdieran casi medio centenar de puestos de trabajo.

Lamentablemente, parece que esta historia no continuará…

Escena post créditos

—Hola —dijo un voz femenina, que luego se presentó como Marcela Cantarini, y dijo trabajar para el Grupo Crónica—. ¿Con quién tengo el gusto?

—Mejor dígame usted que fue quien me llamó.

—Mirá, vos recién llamaste a Oscar Demelli, le hiciste tres preguntas, y quieren saber tu nombre completo y para qué y en qué medio vas a publicar eso.

—¿Quieren saber? ¿Quiénes?

—De arriba.

—¿De arriba de dónde?

—De la empresa, del Grupo.

—Pero a Demelli lo llamé hace 10 minutos, ¡qué rápidos que son!

—¿Rápidos? Fuman abajo del agua.

Fin.

Ex trabajadores El Atlántico

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