A cara de perro

Horacio Verbitsky analiza el presente político como un momento de resistencia. “Estamos frente a un escenario de default e hiperinflación, que no se ve hoy, pero está. Así como no se veía la corrida cambiaria. Ahora está más complicado todavía. Y eso no se puede tapar con ningún cuaderno”. Opina sobre el futuro de Macri, Vidal, el peronismo y Cristina. Y asegura: “La derecha tiene el knowhow para ganar una elección, pero no para conservar el poder”.

 

Fotos: Federica Gonzalez

Las persianas están casi cerradas a pesar de que el mediodía ensancha el cielo. Es invierno. Ellos miran de reojo el programa de almuerzos de la señora mientras organizan unos papeles. De golpe, desde los parlantes rígidos del televisor de tubo irrumpe la voz de un hombre que dicta números y letras sueltas. Rodolfo Walsh se acerca sorprendido al aparato. Horacio Verbitsky también deja lo que está haciendo para prestar atención a esa secuencia que se repite con ímpetu y a ritmo pausado.

—Parecen códigos de la policía federal —dice Walsh mientras apunta prolijamente en un cuaderno todo lo que escucha. Cada tanto la voz pausada se pierde, pero la recuperan ajustando la sintonía fina del televisor.

En el transcurso de la tarde, comienzan a imprimirle sentido a los números sueltos. No tienen dudas: lo que suena es una frecuencia de la policía y anuncia la ubicación de patrullas y efectivos en distintos puntos de Buenos Aires y el conurbano. Deducciones, oficio de ajedrecista, mente brillante. Walsh se mueve como pez en el agua frente al enigma. Tres días después tienen un mapa detallado con información valiosísima para una época en la que caminar por la calle era una actividad de alto riesgo.

—Nosotros movíamos la sintonía de ese televisor ante el peligro de volver a escuchar los almuerzos de la señora —remata la anécdota Verbitsky y se ríe con su risa tan característica. Pasaron más de cuarenta años de ese mediodía. Verbitsky, que no es muy afecto a andar recordando, rescata la escena en medio de una reflexión sobre el periodismo del siglo veintiuno y el nuevo mapa tecnológico, con sus títulos tan efímeros como incompletos. Verbitsky, básicamente, subraya la importancia de la astucia y la inteligencia para encarar la profesión con la responsabilidad que merece. El resto es decorado.

Su visita a Mar del Plata es exclusiva para la presentación de su último libro, Vida de perro, una serie de conversaciones con Diego Sztulwark que revisa la política argentina desde el 55 hasta el gobierno de Mauricio Macri. Sentado en una de las sillas del aula magna Silvia Filler, en el rectorado de la UNMdP, se presta a charlar con muy buena predisposición, aunque en su mirada se percibe esa llama de la precisión absoluta. Su sola presencia implica no pifiar en una palabra ni en un dato bajo riesgo de corrección inmediata. Verbitsky es uno de los periodistas mejores informados del mundo. Su trabajo en los medios ha sido determinante para analizar cada uno de los períodos históricos que sucedieron en la Argentina de los últimos sesenta años. Los democráticos. Los de facto. Los neoliberales. Los progresistas. Y otra vez los neoliberales, los de Maurizio Macrì, con z y acento grave, europeo, como lo nombraba en Pagina 12 y ahora en su nuevo medio, El cohete a la luna. Fue justamente en octubre de 2015, el mismo día en que se conocieron los resultados del balotaje, cuando encontró el impulso para trabajar junto a Sztulwark en el libro. “Era el momento de transmitir una serie de reflexiones y experiencias. Son tiempos sombríos. Hay mucha generaciones que salen lastimadas con todo esto”, dice Verbitsky.

Las columnas que publica en El cohete a la luna se sostienen en un andamiaje de datos certeros sin un solo verbo en potencial. Jamás va a aparecer una construcción del estilo se habría reunido, le habría pagado, habría discutido. Bajo la firma de Verbitsky las personas citadas se reunieron, pagaron, discutieron. Son certezas, muy duras la mayoría de las veces, que vienen iluminando pasillos peligrosísimos del laberinto político. Así y todo, nunca perdió un juicio. Y eso que enfrentó decenas, contra pesos pesados, desde ministros hasta empresarios de primera línea.

Experiencia. Información sólida. Análisis de alto vuelo. Sin embargo, es un periodista complejo de leer. Sus artículos tienen un tono irónico y una densidad de datos que sólo impacta en un universo de lectores entrenados en la reflexión política. Alguien que no está en esa gramática y se acerca a una de sus columnas puede fácilmente abandonar la lectura a mitad de camino. Es decir, Verbitsky no es para cualquiera. Y esa condición, en el periodismo, puede no ser una buena noticia.

¿A quién le hablás con tu trabajo?

—A vos.

A mí como periodista, como padre, como persona de 36 años…

—A vos.

Verbitsky estira el cuerpo y mira para el costado con gesto hosco. No le gustó nada tener que pensar en quiénes son sus lectores hoy. Igual insisto con la pregunta, porque me parece un punto central para pensarlo a él y pensar el tono que necesita un medio masivo, enfocado en la dirección del rating: lo opuesto al trabajo de Verbitsky.

¿No sentís que tu trabajo está muy orientado a lectores que dominan en profundidad la actualidad política? ¿Eso no limita su llegada?

—En un artículo puede ser. En este libro creo que no.

La respuesta es cortante. Áspera. Horrible en forma y contenido.

—¿Por qué no le preguntás a Diego lo que decía León Rozitchner sobre los lectores?

Diego Sztulwark, que escucha la entrevista con atención, interviene a pedido de Verbitsky. Y aclara para lavar un poco la tensión: “León Rozitchner, no el hijo”. Los tres esbozamos una sonrisa.

DS: León Rozitchner aseguraba que un lector tiene que hacer un esfuerzo proporcional al leer que el esfuerzo que hizo el autor al trabajar el texto.

HV: Y hay lectores que quieren leer, porque este libro ya va por la tercera edición.

DS: Muchas de las personas que leen a Horacio son personas que después dan clases, son jefes de cátedra, son los que organizan el pensamiento. Lo leen los organizadores. No busca sólo al lector inmediato. Por eso la precisión y la calidad de sus investigaciones.

Eso está perfecto. Pero los medios masivos dominan un tono sencillo y muy eficiente para formar opinión en el terreno político. Está a la vista. Aún con trabajos periodísticamente incompletos y endebles. ¿Cómo lo logran?

—Eso es Dogui para ciudadanos de clase media. Yo escribo para quien esté dispuesto a leer. Hay que confiar en los lectores. Yo escribí el libro más vendido en la historia argentina después del Martín Fierro. Y te aseguro que era un libro difícil. De modo que te puedo decir que inventé la categoría del ladrillo best seller.

Ni le hace falta aclarar que se refiere a Robo para la corona. Verbitsky se ríe. Le cambia la cara. Se distiende. Se acomoda en la silla y, en una fracción de segundo, recupera el buen ánimo para seguir con la charla. Doy vuelta el cuestionario que tengo en la mano —tal vez por necesidad estratégica— y voy directo a uno de los tantos conceptos fuertes que desliza en Vida de perro.

En el libro decís que no cambiaron los enemigos, pero que sí tienen nuevas configuraciones. En relación a esas nuevas configuraciones, la derecha, en las últimas elecciones, se apoyó en un trabajo sistematizado y muy caro de análisis de datos. Un trabajo que le permitió fragmentar y predecir al electorado con éxito. ¿Cómo hace hoy un partido político con otras ideas y muchísimo menos presupuesto para enfrentarse a ese imperio que tiene montado la derecha?

—En una situación más o menos normal sería difícil. El tema es que la derecha tiene el knowhow para ganar una elección pero no para conservar el poder. Porque las políticas que realizan son desastrosas. Finalmente la realidad termina prevaleciendo sobre cualquier artificio. Por lo menos es lo que yo pienso. Otra gente que piensa que, a pesar de todo, con todas esas artimañas van a continuar en el poder. Y lo comparan con la situación de Estados Unidos. Piensan que Trump también va a continuar. Mi opinión es que Trump sí lo va a conseguir, pero Macri no.

¿Por qué?

Las políticas de Trump tienen una gran adhesión. No así las de Macri. Macri hoy mide parecido a la primera vuelta de las Paso del año 2015. Todo lo que Macri ganó de ahí en adelante ya lo perdió. Ya está de nuevo en ese nivel y dudo que lo mejore.

¿Y Vidal?

—Me parece que puede capitalizar algún apoyo, siempre y cuando el gobierno termine con alguna normalidad. Pero si esto termina con alguna normalidad, es posible que Macri intente la reelección. Y la pierda. La posibilidad de Vidal es el desplome vertical de Macri. Pero en ese caso se hunde también ella.

Supongamos que se concreta ese desplome. ¿Del otro lado quién tiene chances? ¿Cristina? ¿Alguien del kirchnerismo que no sea Cristina? ¿Alguien del peronismo?

—La verdad, no lo sé. No tengo una idea clara. Sólo puedo especular y trazar hipótesis. Lo único seguro es que tiene chances alguien que cuente con el beneplácito de Cristina. Sea ella misma u otro. Lo que descarto es que pueda ser alguien opuesto a Cristina. Pichetto, Urtubey y demás no tienen chances.

Otro concepto que deslizás en el libro asegura que el gobierno de Macri es mentiroso pero inteligente. ¿En qué sentido es inteligente? ¿Y cuáles son las herramientas que utiliza para ejercer esa inteligencia?

—Creo que es inteligente en el sentido que utiliza herramientas de manipulación de opinión pública muy sofisticadas. Él es un ser totalmente primitivo. Le cuesta pegar un verbo con el sujeto y el predicado. Ni hablar de concordancia de género, tiempo y lugar. Pero hay cosas que el dinero compra. Y la inteligencia es saber bien qué es lo que se compra. Ha comprado métodos sofisticados y eficaces. En ese sentido lo digo.

También hablás de las transformaciones sociales. Decís que durante el kirchnerismo hubo muchas que no se pudieron consolidar, pero que de ninguna manera se perdieron. ¿Cuáles creés que son las conquistas más sólidas? ¿Cuáles se diluyeron?

HV: Me parece que volvió a subir el piso de la conciencia colectiva sobre los temas políticos y sociales. Eso es lo que queda, más que tal o cual punto específico. Macri puede destruir la Anses, el Fondo de garantía de sustentabilidad, la Asignación Universal por hijo… si bien muchas de esas cosas las está manteniendo a riesgo de incendio. Pero lo que no puede destruir es la nueva conciencia de derechos, que es muy fuerte. Y no es sólo el kirchnerismo. Es todo lo que se vivió en esa década, con aportes de distintos sectores. El kirchnerismo tuvo la gran virtud de permitir que todo eso se expresara y tuviera visibilidad.

DS: Que todo eso tenga institucionalidad. Que se haya convertido en leyes.

HV: Eso es lo que no se pierde. Además, bajo el kirchnerismo hubo una reconfiguración de la clase obrera, que tiene que ver con la renovación generacional. La nueva clase obrera es joven. La imagen que nosotros teníamos hacia el 2003 de la clase obrera era un tipo de 50 años. Hoy son de 25, de 30. Y hay una renovación en las construcciones. Hay una transversalidad de la movilización popular que se ve claramente en el movimiento de las mujeres. Ahí es más evidente que en cualquier otro lado. Me parece que estas son cosas que el macrismo no tiene forma de destruir.

La mención del movimiento feminista lleva la charla hacia la legalización del aborto. Para Verbitsky, una trampa que Macri se fabricó a sí mismo sin medir las consecuencias. El tema, dice, logró imponerlo la movilización masiva de mujeres. Y Macri decidió surfear la ola porque necesitaba una cortina de humo para tapar los indicadores económicos y sociales, todos a la baja a una velocidad preocupante. “El tema es que para hacer cortinas de humo hay que medir primero para dónde va el viento. Y a este se le metió en la cocina. Ahora tiene el humo adentro de la casa”, dice Verbitsky sonriente.

¿Qué lectura hacés del movimiento feminista?

—Tenemos en nuestro país un feminismo popular distinto al del resto del mundo. Ha ampliado la agenda tradicional del movimiento del mujeres. Hace larguísimos años que el aborto es un tema central para las mujeres. Hoy van más allá. Lo que hacen es ver el conjunto de la realidad desde la óptica de género. Entonces plantean un cuestionamiento radical al neoliberalismo, al que asocia con la privación de derechos. En todas las movilizaciones se ha visto un recambio generacional. Están las históricas del feminismo, pero también están las pibas. De 17 años, de 15, de 13… ¡de 12! Eso es imparable. Esas pibas crecen y votan. La sociedad va en esa dirección.

Volviendo al libro. Decís que el desafío popular hoy es ponerle un límite a la destrucción del macrismo. Proteger a la gente. Y buscar una estrategia de recuperación a futuro. En relación a cómo están desplegadas las piezas en el tablero… ¿cuál sería esa estrategia?

HV: No lo sé. Hay que buscarla, pero yo no la tengo. En este momento hay que resistir.

DS: Creo que la resistencia viene del lado de la luchas sociales. Del movimiento de mujeres, de los movimientos y la economía popular. Ahí aparecen las renovaciones sindicales. Hay un zurcido de luchas sociales que podría dar alguna idea. Nada de esto está en el aire. Lo que sí, Vida de perro en ningún momento intenta ofrecer a esos sectores la receta. Sólo intenta mirar un poco desde ahí.

HV: Así como el kirchnerismo tampoco surge de la nada. Es el emergente de por lo menos una década de luchas populares previas.

¿Por qué creés que el macrismo contó con el apoyo electoral de las clases populares?

—Bueno, yo no daría por sentado el apoyo de las clases populares. Me parece que con los sectores dominantes y la vasta clase media se alcanza al 51% que llegó Macri. Hubo un trabajo muy hábil de deslegitimación en contra del gobierno anterior. Por ejemplo, recientemente se produjo el reencuentro, después de siete años, entre Cristina y Moyano. Cristina tuvo la delicadeza de no recordar algunas cosas. Pero la campaña persistente por el tema del impuesto a las ganancias dejó sentado quién tenía razón. También es cierto que tal vez un manejo político más flexible y más hábil, sin retroceder en los principios, hubiera desactivado un elemento de desestabilización. Y sobre todo de confusión en la base propia. Tal vez la elección de un candidato distinto a la presidencia. Hay mil cosas que se podrían haber mejorado. Pero no fue tanto el apoyo popular.

El apoyo popular se vio en el conteo de los votos por zona.

—Hay un sector del conurbano y del primer cordón que tiende a votar como en Capital. Esto ya lleva años. Además, hay proceso natural de desgaste. Fueron doce años, es mucho tiempo. La idea del cambio estuvo astutamente proyectada. Después, claro, cuando abrieron el paquete se dieron cuenta que este no es el cambio que se esperaba. Lo decíamos antes, Macri volvió al punto de la Primaria.

¿Cómo se hace periodismo en este momento algorítmico, de públicos hiperfragmentados, de opiniones encerradas? ¿Cómo se atraviesan esas burbujas ideológicas?

—Es muy difícil llegar a sectores que no tengan una identificación previa. Y en principio, lo que yo me propongo es llegar a quienes tienen una idea previa y necesitan alimentar eso con información, con análisis. Eso es parte de la resistencia frente al cuadro de situación actual. Resistir es una tarea fundamental hoy. No consentir. Impugnar. No aceptar. Denunciar. Objetar. Es clave. Hay un momento en que eso se va acumulando y convirtiendo en otra cosa. No se puede predecir cómo va a ser. Los compañeros que resistieron en Cultral Có a principios de los noventa. Los que no aceptaron la privatización ni el cierre de empresas. Ni los despidos. Nadie sabía dónde iba a concluir eso. Sabían que rechazaban esa realidad. Los compañeros que hoy están en Télam resistiendo los despidos no saben cuál va a ser la evolución futura de sus reclamos. Saben que no aceptan esa dinámica despiadada, egoísta y miserable. Este es un momento de decir no. El no es una de las palabras más importantes de la lengua. Después veremos dónde va a derivar. Me parece que es fundamental mantener el no, aunque no sepamos cuál va a ser el desenlace y el resultado.

Verbitsky hace un silencio introspectivo mientras se acomoda la corbata roja que eligió para combinar con un saco a cuadros color madera.

—Hay una frase maravillosa que Walsh escribía al pie de la cadena informativa: Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Este es el momento para eso. Después veremos dónde nos lleva. Si esto se va a hundir solo, como hace mérito todos los días, o si va a durar más tiempo. Qué lo va a reemplazar. Cómo. Cuándo. Eso no se puede saber. Yo no soy un futurólogo. Ni tengo la receta para ganar elecciones. Sí estoy convencido en el poder del no.

En relación a los medios, hay un claro enlace entre el gobierno y el multimedio Clarín. Sin embargo, Clarín en los últimos años, según cifras del IVC, ha bajado su circulación cerca de un 20%. Incluso bajó los clicks de lectura en su sitio digital. ¿Esto es un arrastre del macrismo? ¿Es una reconfiguración empresarial? ¿Una reconfiguración del público? ¿Una reconfiguración política?

—En primer lugar, hay que aclarar que Macri no fue el candidato de Clarín. El candidato de Clarín fue Sergio Massa. Cuando Macri hace referencia por primera vez al círculo rojo se refiere a Clarín específicamente. Después lo fue afinando hasta sintonizarlo con el concepto de Durán Barba, para que el círculo rojo sea el pequeño grupo de los que están en la pomada: periodistas, empresarios, banqueros. Pero en el momento en que él lo planteó se refería a Massa, a Jorge Brito y a quienes estaban construyendo una alternativa. Y Clarín planteaba que Macri tenía que hacer un acuerdo con Massa. Y Macri dijo que no. Esa es parte de su inteligencia y del buen asesoramiento que compró. Ahí Durán Barba le planteó que eso lo hubiera desperfilado totalmente, le hubiera quitado el sentido de novedad. Hoy es distinto, Macri ya no puede ofrecer ningún sentido de novedad. Mucho menos de lo que podía ofrecer entonces.

Massa se diluyó. ¿Qué pasó después en el enlace con Clarín?

—Nadie se ha puesto a hacer un trabajo fino, habría que hacerlo para ver dentro de las opciones Macri o Scioli con cuál simpatizaba más Clarín. No me extrañaría que fuera Scioli. Ahora, en relación a tu pregunta, en el camino Clarín ha ido perdiendo credibilidad y lectores porque es demasiado evidente que todo lo que publica es operación. Desde la tapa hasta la historieta del final.

Verbitsky es tajante, pero lo expresa con elegancia. Dice que La Nación ha mantenido una línea editorial reaccionaria, pero en sus artículos ha subsistido cierto respeto por el lector y por ellos mismos. Salvo, aclara, en la investigación de los cuadernos. “También parece una operación”, subraya. “En ningún medio de Clarín, en cambio, se puede encontrar una sola nota seria de política. Ahí me parece que está la pérdida. Incluso como voceros oficialistas hay otros que son más modernos y actuales. Por ejemplo Infobae”, agrega.

De hecho Infobae está teniendo más arrastre que Clarín. Es el medio digital más leído del país…

—Es que tiene una cierta astucia. Ponen una columna de Tenembaum, que es un oficialista vergonzante, y al lado una de Silvia Mercado, que es una oficialista desvergonzada. Y al lado una de Eduardo Anguita hablando sobre episodios del pasado que puede enganchar a algunos lectores inadvertidos. Es un medio mejor hecho. Simula un pluralismo que Clarín no intenta ni siquiera para disimular.

Una pregunta doble. ¿Cuál es el impacto real de los aportantes truchos? ¿Y cuál es el impacto real de la investigación de los cuadernos?

—La investigación de los aportes truchos ha tenido una discusión relativa. La de los cuadernos tuvo una discusión masiva. Hay sectores de la sociedad que están muy entrenados para discriminar y entender. Hay otros que no. Consumen la papilla premasticada por los medios. Para el gobierno es un éxito haber conseguido instalar un tema que opaca los aportes truchos. Pero, creo, las dos cosas se complementan. Son las dos caras de la misma moneda. En un caso se ve cómo se consigue el dinero. En el otro se ve cómo se canaliza. Con independencia de lo que se pueda probar en el tema de los cuadernos. En cambio, en el tema de los aportes están las pruebas. Han salido funcionarios a decir que les robaron el nombre. Vamos a ver cómo se desarrolla esta investigación.

Desde el inicio del estallido mediático, Verbitsky ha explicado con precisión en El cohete a la luna cada movimiento en la causa de los cuadernos. Su principal preocupación es la presencia del fiscal Carlos Stornelli y del juez Claudio Bonadío. “Todo tiende a enchastrar a Cristina. Es posible que algunas de las cosas sean ciertas, y me parece muy bien que se investigue. Pero no pueden investigar con métodos extorsivos. Yo no tengo confianza en estos personajes de la justicia”, apunta.

¿Creés que los cuadernos, más allá de algún punto que puede ser cierto, también son una cortina de humo?

—No sé. Pero sí han desplazado la atención de los aportes truchos. Y sobre otras cosas. Por ejemplo, hace pocos días murieron dos trabajadores de la educación porque no se hicieron las reparaciones que tendría que haber hecho el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Además, está la situación económica y social.

¿Cómo ves el escenario a corto plazo?

—Se está por manifestar una crisis profunda, consecuencia de la política disparatada del gobierno. Hay un endeudamiento sin límites y faltan dólares genuinos. Sólo se obtienen dólares financieros o prestados. Los especulativos, así como vienen, se van. La condición con el FMI es que no haya restricciones al movimiento de capitales, que se puedan ir cuando quieran. Y dólares prestados no hay más. Ni del FMI ni de los grandes prestamistas. Estamos frente a un escenario de default e hiperinflación. Que no se ve hoy, pero está. Así como no se veía la corrida cambiaria de abril. Ahora está más complicado todavía. Y eso no se puede tapar con ningún cuaderno.

En la introducción de Vida de perro, Diego Sztulwark señala que Verbitsky desarrolla la tarea de investigar a las derechas; su trabajo consiste en reconocer un saber sobre las diversas capas de la lucha social. No importa tanto su método ni cómo maneja la información, lo importante es la relación entre investigación y política, dice. Ahí parece estar la clave: el periodista, su contexto y el circuito empresarial que le da letra a los medios de comunicación. El universo Verbitsky, en esos tres puntos, quiebra la lógica con una astucia titánica. Hace seis décadas que está en la mesa chica de la discusión política. Es el último testigo directo, desde Perón hasta Macri. Tal es así que sus reflexiones conforman una de las pocas voces obligatorias para descifrar la historia contemporánea argentina. Casi con la misma lógica de aquel mediodía, mientras miraba de reojo con Rodolfo Walsh los almuerzos de la señora.

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